Para Eva, Elena, Mari Carmen, Laura, Gabriela, Jara y todas las demás.
Mi loca, déjame acunarte las penas, déjame juntar mis
cicatrices con las tuyas. Con un poco de suerte podremos coser dos heridas con un
mismo hilo. Estar juntas para siempre.
Mi loca, no los escuches. Prefiero tenerte oyendo voces que
atendiendo a sus improperios. Si no te quieren así, no te querrán nunca, mi
loca. Yo te quiero trazando retratos de tus penas en tus muslos. Yo te quiero
goteando sangre de la que todo lo mancha. Yo te quiero desastre, mi loca, te
quiero borracha a las tres de la tarde y al teléfono a las cuatro de la
madrugada, llamándome desesperada para no matarte.
Mi loca, yo te quiero entre respiraciones descontroladas,
muerta de miedo en la calle de noche. Yo te quiero despertándome porque le
temes a los hombres inofensivos, y a los que no lo son tanto. Yo te quiero sin
saber distinguirlos.
Mi loca, yo te quiero durmiéndote por las esquinas, yo te
quiero arrancándote la ropa a tiras porque necesitas que algún cualquiera te
jure que te adora también desnuda. Mi loca, yo te doy las pastillas de una en
una, mi niñita enferma y desvencijada. Mi tarada.
Mi loca, déjame que te bese esas heridas reabiertas por los
mismos traumas que tantos años llevan contigo. Mi loca, déjame ahogar los
gritos de tu padre, el llanto de tu madre. O viceversa. O los dos al mismo
tiempo. Mi loca, sé que le llamas insomnio a las pesadillas que te mantienen
despierta, pero yo te cantaré hasta que te duermas.
Mi loca, deja que vacíe las salas de gente, tu casa de
soledad. Mi loca, si te cuido tanto es porque te digo lo que yo misma necesito
escuchar. No concibo un mundo en el que tú estés cuerda sin mí, un mundo en el
que yo me cure sin ti. No concibo otro mundo que este en que estallamos a reír
después de llorar, las dos, porque de tan locas a veces somos hasta absurdas,
mi tarada.
“Todos estamos un poco locos”, dicen los cabrones, y no
tienen ni idea de nada. Ponen un pie en el infierno y ya creen saber lo que es
vivir dentro. Bacanales de locura, le dicen a lo nuestro, les fascina, sí, que
nuestros demonios vengan a nosotras y no sepamos cómo cerrar las piernas. Se
creen que alguna vez consentimos a esto.
No lo hicimos, mi loca, pero estamos juntas y no lo
cambiaría por nada. Por nada, ¿me oyes? Un poco mejor cada día, a veces
chillando que pare, que se acabe, que alguien lo cese. Otras veces rogando que
vuelva para no sentirnos tan vacías. Temiendo cada gesto y anticipando una
tormenta cada vez que nos llueve un poquito por dentro.
Despacito, contigo, y tropezando y volviendo a tropezar,
entre vergüenzas y juicios y gente que no nos sabe cuidar, que nos sostiene
como se sostienen figuritas de cristal. Nosotras somos de agua, mi loca. No nos
rompemos, cedemos y nos volvemos a levantar.
Y nadie sabe cómo besar lo que no se puede sujetar, mi loca.
Solo tú te llevas a la boca los océanos de mi pecho, solo tú los sorbes hasta
que salgo a flote a respirar.
Te quiero, mi loca. Nos quiero, locas, vivas, de la mano, siempre junticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario