domingo, 31 de enero de 2016

Que se emborronen las palabras que a ti y a mí nos basta con gemir

Quiero aflorar albuferas entre tus piernas, ahogarme en los ríos que nos aneguen los muslos. Quiero navegar tu espalda agarrada al mástil de tu cuello y perder mis dedos en tus recovecos.

Bailarte algún ritmo sucio contra la encimera del lavabo, desencadenar un terremoto en tus caderas y soplarte un huracán en el cabello. Aferrarme a tus omóplatos hasta quedarme sin uñas y entonces, pasar a los dientes. Tender mi lengua en el hueco de tu clavícula y llegar tan a fondo que le saque brillo hasta a tus huesos.

Escribirte una herejía entre los pechos y pedir misericordia entre tus brazos. Tatuarte la geografía de mi boca en la esquina de la ingle y dejarme caer por tu pantorrilla izquierda. Aterrizar en el comienzo de un tobillo y escalarte toda entera desde allí.

Follarme la curva de tu cintura hasta derrapar en la explanada de tu tripa. Enroscarme en el huequito de tu ombligo y descoserte la línea del vello a dentelladas en seco.

Tensarte hasta arquearte y empuñarte mientras toco cada cuerda que hay en ti. Dislocarme las falanges y quebrarme las rodillas en la patria de tu piel. Darle cuerda a mi muñeca contra el carrusel de tu figura, marearme dando vueltas a la circunferencia de tus caderas.

Descolgarme de tu nuca y practicar acrobacia en tu trapecio. Deslizar mi pierna entre tus muslos y evitar la colisión de las rodillas, provocar temblores en tus pantorrillas. Lamer cada uno de tus milímetros hasta quedarme con la boca seca e ir a refrescarme al humedal que nos rodea.

Quiero que no nos haga falta hablar para entendernos, que tus jadeos combinen con mis jadeos. Inventar un alfabeto nuevo en Braille para mi clítoris y tus dedos, robarte la voz y que vengas a buscarla. Que te quedes con la mía, ya de paso, que puedo estar sin ella por un rato si tú escuchas lo que te dicen mis manos.
Desayunarme el lóbulo de tu oreja para luego merendarte entera.

Ser más bruta que los niños en el parque, llenarte la garganta de rasguños.

Componerte cien sonetos y empaparlos salivando cada vez que pienso en ti.


Que se emborronen las palabras que a ti y a mí nos basta con gemir.