sábado, 5 de diciembre de 2015

A la niña de 15 años que he sido

A la niña de 15 años que he sido:

-Van a morir tus dos abuelas el mismo mes y vas a llorar mucho, corazón. No te tapes la cara cuando lo hagas; no busques la almohada para sofocar los sollozos. No te arrepientas de tu duelo; no pintes sonrisas de azúcar en la acuarela de tu rostro. Deja que las lágrimas corran la pintura. No estás aquí para ser una obra de arte. Nadie te descolgará de la pared del museo si, por una vez, les dejas ver que no es tan bonito lo que te sucede por dentro. Quien te quiera te querrá cuando tu boca sea un óleo de alegría y cuando tus ojos sean tinteros de negra pena.

-Deja de avergonzarte de todo lo que eres. Ninguna de tus amigas te abandonará cuando le descubras que tus ojos van detrás de las chicas como ellas. Tu madre seguirá queriéndote. Y aunque no fuera así. Deja de depender de la aprobación ajena; la libertad no se regala, mi niña, la libertad se conquista. Las chicas con el iris de siete colores no nacieron para caminar siempre con los ojos cerrados.

-Nunca has sido tímida. Deja de decir que eres tímida. No se le llama timidez a la barrera de cartón que les has puesto a tus palabras; al algodón que te llena la boca. La rueda del volumen de tu voz siempre gira hacia el mínimo y es el miedo el que la empuja, no la timidez, mi amor. Nadie se enamorará nunca de tu risa mientras solo tú la oigas. Aprende a hacerte oír y no malgastes saliva con aquellas que solo quieren escucharte si les hablas susurrando.

-Pide ayuda, cielo. Da igual a quién. Te hierve la sangre en las venas y acabarás abriéndote en canal si nadie corre a apagar pronto el fuego. Tú tienes las manos atadas por la depresión, sola no puedes hacerlo. Pide ayuda a tus padres, a tu tía, a tus amigas, a la psicóloga del instituto, a quien sea. Pide ayuda a alguien que esté cerca; el amor viaja a través de la distancia, pero no así las manos que han de cerrarte el cajón de los cuchillos.

-Tu cuerpo no es un campo de batalla. La única guerra aquí es la que vas a tener que librar toda tu vida contra un canon asesino, y tu cuerpo siempre será tu bandera blanca, tu alto al fuego. Perdónalo por crecer en todas las direcciones, perdónalo por crecer demasiado y por no crecer lo suficiente; él te ha perdonado a ti todas las malas palabras que han sableado tu pecho y acribillado tus muslos. Nadie va a venir a convertirte en su musa. Nadie va a venir a convencerte de que hagas las paces con tus plenitudes y tus vacíos. Lo siento. Tendrás que hacerlo tú misma. Será como volver a casa. Y qué casa, mi amor. Qué casa.


-No sé si la tristeza durará para siempre. Sí sé que todavía dura. Pero también lo hace la felicidad. Lucha porque la segunda pese siempre más que la primera, princesa.