A la niña de 15 años que he sido:
-Van a morir tus
dos abuelas el mismo mes y vas a llorar mucho, corazón. No te tapes la cara
cuando lo hagas; no busques la almohada para sofocar los sollozos. No te
arrepientas de tu duelo; no pintes sonrisas de azúcar en la acuarela de tu
rostro. Deja que las lágrimas corran la pintura. No estás aquí para ser una
obra de arte. Nadie te descolgará de la pared del museo si, por una vez, les
dejas ver que no es tan bonito lo que te sucede por dentro. Quien te quiera te
querrá cuando tu boca sea un óleo de alegría y cuando tus ojos sean tinteros de
negra pena.
-Deja de
avergonzarte de todo lo que eres. Ninguna de tus amigas te abandonará cuando le
descubras que tus ojos van detrás de las chicas como ellas. Tu madre seguirá
queriéndote. Y aunque no fuera así. Deja de depender de la aprobación ajena; la
libertad no se regala, mi niña, la libertad se conquista. Las chicas con el
iris de siete colores no nacieron para caminar siempre con los ojos cerrados.
-Nunca has sido
tímida. Deja de decir que eres tímida. No se le llama timidez a la barrera de
cartón que les has puesto a tus palabras; al algodón que te llena la boca. La rueda
del volumen de tu voz siempre gira hacia el mínimo y es el miedo el que la empuja,
no la timidez, mi amor. Nadie se enamorará nunca de tu risa mientras solo tú la
oigas. Aprende a hacerte oír y no malgastes saliva con aquellas que solo quieren
escucharte si les hablas susurrando.
-Pide ayuda,
cielo. Da igual a quién. Te hierve la sangre en las venas y acabarás abriéndote
en canal si nadie corre a apagar pronto el fuego. Tú tienes las manos atadas
por la depresión, sola no puedes hacerlo. Pide ayuda a tus padres, a tu tía, a
tus amigas, a la psicóloga del instituto, a quien sea. Pide ayuda a alguien que
esté cerca; el amor viaja a través de la distancia, pero no así las manos que
han de cerrarte el cajón de los cuchillos.
-Tu cuerpo no es
un campo de batalla. La única guerra aquí es la que vas a tener que librar toda
tu vida contra un canon asesino, y tu cuerpo siempre será tu bandera blanca, tu
alto al fuego. Perdónalo por crecer en todas las direcciones, perdónalo por
crecer demasiado y por no crecer lo suficiente; él te ha perdonado a ti todas
las malas palabras que han sableado tu pecho y acribillado tus muslos. Nadie va
a venir a convertirte en su musa. Nadie va a venir a convencerte de que hagas
las paces con tus plenitudes y tus vacíos. Lo siento. Tendrás que hacerlo tú
misma. Será como volver a casa. Y qué casa, mi amor. Qué casa.
-No sé si la
tristeza durará para siempre. Sí sé que todavía dura. Pero también lo hace la
felicidad. Lucha porque la segunda pese siempre más que la primera, princesa.