Mamá, por favor, arréglalo. Toma este juguete roto, este
reloj a destiempo que he hecho de mi cabeza y dale cuerda hasta que vuelva a
funcionar. Mamá, por favor, lava la sangre, las lágrimas y las babas, haz que
las sábanas vuelvan a ser blancas como hostias de la Sagrada Comunión, azules
como el cielo los vestidos de primavera. Saca las mantas polvorientas del
armario de mi pecho y cámbiamelas por braguitas nuevas y bañadores a topos.
Mamá, por favor, bésame la frente para que me duerma. Sé que
un beso tuyo hará la magia y disolverá las pesadillas que me acosan mientras
camino despierta. Mamá, por favor, toma mis manos entre las tuyas, que son
todavía de mayor tamaño, gracias a Dios, porque yo ya soy más alta que tú y no
me gusta, no me gusta nada, yo quiero ser una niña sentada sobre tus rodillas.
Nadie me dijo que cuando eres más alta que tu madre no se supone que le cuentes
por qué lloras cada mañana al despertar.
Mamá, me da igual todo lo que hayas hecho mal. Abrazarme
siempre se te ha dado igual de bien. Construye una cabaña con tus brazos que me
sirva de refugio en estos bosques míos de soledad. Ahuyenta al lobo que vive
dentro de mí y se alimenta de mis hígados y de la esperanza que me calienta la
mirada.
Si te fijas, hoy mis ojos los cubre la escarcha.
Mamá, cuéntame un cuento de final feliz. Menos mal que nunca
me creí los de princesas y si algo tengo claro es que ningún príncipe va a
venir a salvarme de esta torre de miedos apilados y argamasa de pena. Menos mal
que ni siquiera me gustan los príncipes y gracias, mamá, por entenderlo a la
primera.
Ojalá aceptaras igual de rápido que no me funciona bien la
cabeza.
Mamá, dame medicinas que funcionen a la primera, que hagan
desaparecer la melancolía que late en la cara interna de mis muñecas. El terror
que me araña la garganta. Mamá, llévame a un médico de los de verdad, de los
que pronuncian palabras que todo el mundo entiende y que no da vergüenza decir
en alto. Mamá, juega conmigo a los médicos, a ver si por un casual encontramos
la cura para estas heridas que no saben cómo cicatrizar.
Quizás la única cura sería que nadie me las hubiera abierto
nunca, mamá, pero tú dices que pensar tanto en el pasado es malo y aunque no te
lo creas yo te intento hacer caso.
Mamá, por favor, cántame el cura sana. Mamá, mamá, ven
rápido. Hay un monstruo en la habitación y guarda un sospechoso parecido con mi
reflejo. Mamá, mamá, corre, cierra las ventanas, vigila la terraza, vacía los
cajones de los cuchillos y no me dejes salir corriendo al metro. Mamá, mamá, lo
siento.
Ya sé que tú no querías esto.
Yo tampoco, mamá. Yo tampoco.
Pero por favor, no digas nada más. Sólo sécame las lágrimas
como tú sabes hacer tan bien, y bésame.