jueves, 18 de febrero de 2016

"Lo personal es político"

Nos robasteis los cuerpos e hicisteis de ellos vuestras compañeras de cama, frías e inertes, a las que arrancasteis gemidos de dolor en nombre de un placer que nunca fue más que vuestro.

Nos robasteis nuestro espacio vital y os hinchasteis, os inflasteis, hombres gigantescos, descomunales, invadiendo el último metro cuadrado que nos quedó. Haciéndonos a un lado para guardarle un sitio a vuestro ego creciente. Nos volvisteis menguantes como la Luna, os designasteis el astro rey de este sistema solar y no nos dejasteis ni las estrellas para ver algo en medio de esta oscuridad de vuestras manos tapando nuestros ojos, nuestras bocas, nuestras caras enteras en busca de un silencio que no delatara vuestro delito.

Nos robasteis las palabras y construisteis síes a partir de incomodidades calladas, extremidades inmóviles y vaginas secas que penetrasteis con la fuerza de vuestra imperturbabilidad ante nuestras lágrimas invisibles. Hicisteis del no la palabra tabú, convertisteis el para en el verbo impronunciable, nos prohibisteis hablar demasiado alto no fuera a ser que oyerais nuestros gritos.

Nos robasteis los corazones, y ojalá poder decir que los devorasteis, sangre goteando de vuestras mandíbulas, pedacitos de músculo palpitante entre los dientes, y que no dejasteis ni un resto en el plato; pero no, ni ese último favor nos concedisteis, tuvisteis que prenderles fuego lentamente, fundiendo lo que quedaba de nuestro orgullo, crepitando entre las llamas nuestra fuerza de voluntad, nuestras venas chispeantes agonizando sin cesar. Alzasteis nuestros corazones en el aire como antorchas de dolor y desesperación, nuestros pechos rebosando las cenizas, y los usasteis de ejemplo para las generaciones venideras, esto es lo que haremos con vosotras si os negáis a ser algo más que un cero a la izquierda.

Y nos engañasteis, y nosotras caímos como las bobas que nos habéis condenado a ser, creyendo que votando podíamos decidir algo en un mundo que ahora nos permitía elegir a nuestro verdugo. Creyendo que la Universidad nos salvaría, que la ley nos salvaría, creyendo que echar una manta sobre el fuego lo apagaría en vez de esconderlo de vuestra vista nomás.

Pero entonces llegó Kate proclamando que lo personal era político y nos dimos cuenta de que no bastaba con tomar los colegios y los juzgados, de que urgía recuperar nuestras casas, nuestras camas y en última instancia nuestros estómagos y nuestros corazones. Volvimos a comer hasta saciarnos y nos limpiamos los restos de maquillaje, y nos fuimos con la cara lavada a luchar por poder hablar alto de nuevo, a hacer de las trincheras de nuestros cuerpos hogares provisionales, a decirles a las niñas que no se molestaran en haceros caso, que ibais a violarlas igual, que callando solo conseguirían que quedarais impunes. A decirles a las niñas que era lícito responder ante vuestros ataques, que pelearan con uñas y dientes por conservar sus traseros libres de vuestras manos sudorosas, sus coños vacíos de vuestras pollas invasoras. A decirles a las niñas que eran suyas y sólo suyas, que sólo tenía derecho a tocarlas quien antes de hacerlo preguntara, y si la respuesta era NO aprenderían a decirlo bien alto.

Y cuando sus bocas no basten, las navajas lo dirán por ellas y os vais a quedar sin lengua con que transmitir a vuestros hijos vuestro monstruoso legado.


Y si nadie nos da la paz, pues ganaremos la guerra, porque aquí ninguna, pero que ninguna, está dispuesta a perder sin luchar.

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