jueves, 11 de febrero de 2016

la primera vez que salí del armario sin llorar

la primera vez que salí del armario sin llorar
el cielo se volvió de colores
y eso que no atardecía
por ninguna parte.

la primera vez que salí del armario sin llorar
y ella me escuchó
su mirada fue como encontrar tu casa
en un país desconocido
con la cama hecha
y una flor en la ventana.

la primera vez que salí del armario sin llorar
resucitaron los muertos
del cementerio de mi pecho,
se me cerraron cien heridas
y me quedó una cicatriz.

la primera vez que salí del armario sin llorar
fue como reconquistar un territorio
que me habían robado los colonos
de la tierra salvaje de mi pecho.

la primera vez que salí del armario sin llorar
ella prendió una llama de orgullo
y la he mantenido viva desde entonces;
es tan sencillo como
ocuparme de que mis propias lágrimas
no la apaguen jamás.

la primera vez que salí del armario sin llorar
fue un susurro;
la segunda una palabra
en voz alta, bien clarita,
y diría que la tercera
lo dije gritando
pero no me hizo falta
porque ya lo hacían por nosotras
nuestras manos entrelazadas.

la primera vez que salí del armario sin llorar
reescribí la sinopsis de mi auto-biografía
cambié la tragedia por sonrisas
convertí a la víctima en superviviente.

la primera vez que salí del armario sin llorar
se me tatuaron las palabras
en la antesala del corazón
y no me quedaron excusas
para negar lo que soy.

la primera vez que salí del armario sin llorar
no sabía que era el preludio
de la primera vez que saldría
del armario riendo.

la primera vez que salí del armario riendo
gané la batalla.

cuando ya no haya armario,
cuando compartamos todas
una sala común
podré decir

que,
por fin,
hemos ganado la guerra.

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